OBRAS DE MISERICORDÍA. Enseñar al que no sabe
Para poder enseñar, lo primero de todo es ponerse en el lugar del otro. Esto ha sido lo que aprendí desde pequeña. Cada vez que actuaba fuera de este principio, acababa mal ¿Pero desde cuando empecé esta tarea? Dios puso en mí esta obra de misericordia hace mucho tiempo, que por cierto fue un regalo muy grande aunque entonces no le entendía.
La verdad es que me considero muy afortunada de ser la mayor en una la familia de cuatro hermanos. Por eso con cariño y paciencia fui enseñándoles. No está de más reconocer que no fue fácil. Lo más cómodo hubiese sido dejarles a sus anchas o que hubiesen aprendido un poco más rápido pero no fue así. Recuerdo que en muchas ocasiones, me ponía muy seria con ellos pero después al verlos llorar, me daba mucha pena y me dolía mucho. Por eso sé que enseñar no es tarea fácil.
Pues al tener esta base, he intentado hacerlo mucho mejor cada vez que he tenido la oportunidad. La vida fraterna en comunidad ha sido un factor muy favorable para llevar a la vida esta preciosa obra de misericordia. Como por ejemplo con las hermanas aspirantes que he tenido la oportunidad de tratar en el noviciado. Procuraba ayudarles todo lo que podía, al igual que lo que hicieron conmigo cuando comencé mi andadura en la vida religiosa.
El mejor ejemplo para enseñar es el Señor, el Buen Maestro. Si se enseña desde el amor y desde la humildad, entonces esa enseñanza se convierte en un gran signo de la misericordia divina. De lo contrario, puede ser un fastidio para el que recibe la supuesta enseñanza.
Madre mía María Inmaculada, tú que enseñaste a caminar a tu hijo Jesús, ruega por mí para que sepa ir tras sus huellas.
Sor Ana flor Nthambi Mutisya
Comunidad de Montilla