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SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI: DIA DE LA CARIDAD

Celebramos la solemnidad del Corpus Christi, el gran sacramento que Cristo dejó a su Iglesia como signo de su presencia entre nosotros y de su amor entregado por nosotros. Es el sacramento con el que nos alimentamos cada día y sin el que no podríamos vivir. Nunca terminaremos de meditar y nunca nos cansaremos de agradecer este misterio, lo que es y lo que significa para nosotros.

Hablar del Cuerpo de Cristo nos emociona y compromete. Celebrarlo no se reduce al recuerdo. Quien parte el pan debe estar dispuesto a dejarse partir. Quien come el cuerpo de Cristo debe estar dispuesto a dejarse comer. Quien comulga el amor debe vivir en el amor. Dejar que su amor nos pueda, dejarse llevar por su fuerza generosa. Por eso, no es extraño que sea hoy también el Día de la Caridad, pues comulgar a Cristo obliga a comulgar con los hermanos, los miembros de Cristo.

Con gran fervor cantamos hoy el popular y precioso y canto a Jesús sacramentado: “Cantemos al Amor de los Amores…” Cantamos, alabamos, nos emocionamos…y puede que nos olvidemos que esto hay que traducirlo en obras. Hay que cantarlo con el corazón, hay que cantar entregándose.

El Amor de los amores es el amor más hermoso y más grande, el más apasionado y más fuerte, el más entregado y más comprometido. Es un amor que llega hasta la muerte, que llega más allá de la muerte. Es un amor que se acerca, que alimenta, que cura, que redime. Está ahí, alimentando a la Iglesia y alegrando nuestras vidas. Hoy exponemos al Señor y lo sacamos en procesión. Queremos mirarlo, todos nuestros ojos fijos en él. Queremos adorarlo en adoración agradecida, día y noche. Queremos estar con él todo el tiempo posible, agradecerle, ofrecerle, amarle...

Pero Dios quiere adoradores en espíritu y en verdad. Adorar a Dios en la vida y con la vida, desprenderse de la idolatría del para sí y volcarse en el otro, que siempre será por el Otro, por Cristo Jesús.

Tú y yo queremos mirar a Cristo y Él quiere también mirarnos. Él nos mira como una luz penetrante y liberadora, todo un rato de amor y de esperanza. Dice acertadamente San Ambrosio: ”Si tú lo recibes cada día, cada día se vuelve para ti hoy. Si Cristo está contigo hoy, resucita para ti hoy… el hoy ha llegado” Y ciertamente está aquí, bajo la humilde forma de Pan y Vino. Está aquí en este Gran Día, está siempre con nosotros.

Amemos. Elevemos el mejor canto, un canto vivo. Un canto interrumpido. Vamos a hacernos nosotros mismos canción, una canción de amor, una canción a Jesús Sacramentado, una canción a nuestro Esposo.

Termino esta pequeña reflexión con el precioso Himno Litúrgico del Jueves Santo:

” ¡Oh memorial de la muerte del Señor,

pan vivo, que das vida al hombre!

Da a mi alma que de ti viva

y disfrute siempre de tu dulce sabor.

Piadoso pelicano, Jesús Señor,

límpiame a mí, inmundo, con tu sangre,

una de cuyas gotas puede limpiar

al mundo entero de todo pecado. ¡

Oh Jesús, a quien ahora veo velado!

Te pido que se cumpla lo que yo tanto anhelo;

que, viéndote finalmente cara a cara,

sea yo dichoso con la vista de tu gloria”

Sor Celestina Muthusi

Monasterio de Montilla (Córdoba)

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