MIÉRCOLES DE CENIZA
Con el rito de la imposición de la ceniza, la Iglesia nos invita a quemar todo lo viejo que hay en nosotros, para que desde esas cenizas florezca la novedad de la Pascua.
Y lo viejo de nuestras vidas se refiere a nuestras obras, realizadas para quedarnos en la oscuridad, “para que nos vean,” donde no puede penetrar la luz de Dios.
El Evangelio de hoy, (Mt 6, 1-6.16-18), es una apuesta por la autenticidad de vida, de ahí que Jesús sea muy crítico con la hipocresía farisaica, que había desconectado tres expresiones religiosas judías (oración, limosna y ayuno) de la alianza de Dios con su pueblo.
Dios nos busca, quiere encontrarse con cada uno de nosotros, pero no hay que olvidar que Él se manifiesta “en lo escondido.” Así nuestras obras serán fruto de la alegría de nuestro encuentro con el Padre y no necesitaremos la farsa de “aparentar,” que nos deja vacíos y sin la recompensa que necesitamos.
La Cuaresma, camino de liberación de las esclavitudes que nos atan, nos ofrece unas actitudes para conseguir esa recompensa: el encuentro con el Resucitado.
Estas actitudes quedan determinadas por tres expresiones o armas: Ayuno, relación consigo mismo. Limosna, relación con mis hermanos y Oración, relación con Dios. Todas vividas desde el corazón nos sumergen en la comunión y nos hacen avanzar hacia el proyecto salvífico que Dios nos tiene preparado.
Ojalá que descubramos la Cuaresma como un tiempo para aprender a elegir a Dios en cada momento de nuestra vida; como un camino en el que no vamos solos y en el que es necesario convertirse, cambiar de rumbo, como nos dice el profeta Joel, pues como afirma san Pablo en la segunda lectura, parafraseando al profeta Isaías (2Cor 5,20-6,2).ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
