Orden. Carisma y Espiritualidad
Carisma y Espiritualidad
La palabra carisma se trata de un término empleado por S. Pablo para referirse a los dones con que el Espíritu enriquece a la Iglesia.
Dios con su Espíritu crea a lo largo de la historia formas de vida múltiples en el seguimiento de Jesucristo y en la vivencia del Evangelio. Ese mismo Espíritu a abrir nuevos caminos y expresar así la riqueza de la vida cristiana. Los diferentes carisma que ayudan a vivenciar el Evangelio son una riqueza para la Iglesia y para el mundo.
El carisma fundacional es un don específico que el Espíritu otorga al fundador o fundadora de una institución religiosa.
Con Beatriz de Silva se abre paso una nueva forma de vida religiosa en la Iglesia. Ella, lleva a cabo su inspiración y deseo de crear una Orden nueva, que viva el seguimiento de Cristo con un carisma en cuya forma de vida se plasme y refleje el “honrar la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María”.
La adecuada renovación de la vida consagrada es una constante actualización del carisma originario que es el que da sentido a la vida.
Para la Orden de la Inmaculada Concepción la interpretación más adecuada, actualmente, es la que se refleja en las Constituciones Generales solicitadas y redactadas por toda la Orden y aprobadas por la Santa Madre Iglesia. En ellas se recoge la experiencia espiritual de Santa Beatriz y la de todas las hermanas que nos han precedido.
Sintetizando, Nuestro carisma es:
- Vivir el seguimiento desposándose con Jesucristo nuestro Redentor, desde la celebración y recuerdo del misterio de la Inmaculada Concepción de María.
Desposarse con Jesucristo Redentor supone un compromiso íntimo y profundo de seguimiento en la vivencia del Evangelio, teniendo como telón de fondo la veneración del misterio de la Inmaculada Concepción. - Tener el Espíritu del Señor.
“Consideren atentamente las Hermanas que, sobre todas las cosas, debe tener el Espíritu del Señor y su santa operación”. Poseer el Espíritu del Señor es intentar vivir el espíritu de las bienaventuranzas. Es desear vivir, como vivió Jesús y María, en total sintonía con el plan de Dios sobre la propia persona y la historia. Vivencia y actitudes que sólo se consiguen con “pureza de corazón y oración devota”, fiel y constantemente. - Celebrando y venerando la Inmaculada Concepción de María.
La Hermana concepcionistas acogiendo este apartado del carisma se compromete a “vivir las actitudes de María en el seguimiento de Cristo”. - Un carisma contemplativo de continua oración. “Iluminada por el ejemplo de Santa Beatriz, la Hermana concepcionista, intenta vivir en la contemplación y en la unión con Dios por la oración. Como María guardará fielmente en su corazón y en su vida la Palabra de Dios”
- Vivir en común, en fraternidad y en perpetua clausura.
“Cada Hermana se sentirá responsable de la vitalidad, del crecimiento y de la unidad de la fraternidad que la recibió. Se esforzará por construirla por la escucha de la Palabra d Dios, la oración, la Eucaristía, la vivencia del carisma y la puesta en común de los bienes humanos y espirituales.
La clausura, además de ser un sigo de separación con el mundo, es, sobre todo una sabiduría que nace de la cruz y se manifiesta en el ocultamiento de la vida escondida con Cristo en Dios”. - Un carisma que vive una fraterna reciprocidad, vinculación y comunión con el carisma Franciscano, teniendo como centro, el misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.La Orden de la Inmaculada Concepción está injertada, desde los inicios, a un buen olivo. Los Hermanos Franciscanos Menores han estado en la vida de Santa Beatriz y en la de toda la Orden a través de más de cinco siglos. Hay entre las dos Órdenes una reciprocidad y complementariedad que mutuamente nos enriquece. Nuestro punto más álgido de encuentro radica en la veneración y defensa del misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.